¿Alguna vez os habéis parado a pensar en el motivo por el que la gente repite ciertas cosas? Por ejemplo: cocinamos lo mismo que cocinaron nuestros padres, que cocinaron sus padres, etc, etc… Sin darnos cuenta eso que llaman Cultura nos afecta. Cultura en el sentido más etnológico del término: un conjunto de conocimientos que se trasfieren de individuo a individuo, de generación a generación. En la época del móvil, Internet y la globalización solo la tradición oral puede explicar porque hacemos los huevos fritos como los hacemos, con chorizo.
Las influencias culturales en la cocina no han surgido, generalmente, a través de mass-media o gurús, sino por la transferencia de conocimiento dentro de la comunidad. Algo tan simple como unas lentejas nos enseñan que el espíritu de la tribu sigue existiendo en la era nuclear.
Si seguimos tirando del hilo podemos sacar otras consecuencias: las costumbres culinarias que se están imponiendo implican emplear más precocinados, dedicarle menos tiempo a cocinar e indirectamente depositar el acervo cultural culinario en empresas alimenticias. Progresivamente los individuos tienen menos peso en el tejido cultural y dejan esas responsabilidades a entidades públicas o privadas. Nos hacemos más vagos, culturalmente hablando.
Pero quizás esto sea ir demasiado lejos. Tal vez eso se deba a que nos falta tiempo.