Se extiende la idea de que vivimos en una sociedad parecida a la que se describe en 1984. Allí un gobierno totalitario observa y controla todo lo que sus ciudadanos hacen y piensan. Es cierto que, cada vez más, entidades privadas y públicas tratan de vigilar a sus clientes o ciudadanos. A veces de forma visible y otras de forma más sigilosa. La plaga de la desconfianza permanente también infectada a personas de a pie. Ahí están los teléfonos para niños para demostradlo. Su principal finalidad es tener localizado a su pequeño cliente. Vigilancia no es sinónimo de control. Una cámara de seguridad nunca ha evitado un robo en un centro comercial, solo ha disuadido a ladrones poco motivados.
A pesar de las comodidades de nuestra sociedad se percibe una insatisfacción insistente. Algunas personas proyectan esta insatisfacción, que es intrínseca de la naturaleza humana, sobre su entorno. Como los protagonistas de la película Smoking Room. Solo conocemos una pequeña parte de nuestra compleja sociedad y tememos la parte que desconocemos. Cedemos a la sociedad la gestión de muchos problemas como la distribución alimentaría o de la información.
Alguien dijo una vez
La sociedad solo avanza en función de las cosas de las que no tenemos que preocuparnos
Esta pérdida de control es necesaria para que el conjunto de la sociedad avance a pesar de lo temores que nos genere.