Es curioso como a la gente le gusta buscar explicaciones exóticas a cosas perfectamente normales. En 1947 un granjero encontró cerca de Roswell un aparato desconocido. La nota de prensa original hablaba de un globo meteorológico. La gente se lo creyó, entre otras cosas porque se mostraban fotos del artefacto, que dejaban bien claro de que se trataba.

En 1974, 16 años después, el ejército americano dijo que mintió, que se trataba de un ovni. La realidad es que el globo era un mecanismo de espionaje en pruebas. Serviría para investigar el programa soviético de armas nucleares. Se pretendía ocultar esto con otra mentira mayor. A pesar de la existencia de pruebas documentales que mostraban un globo aerostático el hoax ufológico gano la partida.

Es llamativo ver como la explicación más absurda, pero más excitante, es la que acapara más atención. Más aun, la creación interesada de especulaciones demuestra ser un subterfugio poderoso para ocultar o deformar información. En la sociedad de la información esta aberración no parece haberse corregido, sino mas bien ampliado. Creo que vivimos en un mundo cada vez más desinformado, prejuicioso y miedoso. Las especulaciones tienen ese toque de misticismo, esa carga emocional, que tan útil es para crear ficción. Pero en el mundo real solo sirven para desviarnos de la realidad. Quizás el quid de la cuestión sea que las fronteras entre la realidad y la ficción se desdibujan.